1/13-El “Socialismo del Siglo XXI: Marta Harnecker, cultura y hegemonía” (por Jan Doxrud)

(I) El “Socialismo del Siglo XXI: Martha Harnecker, cultura y hegemonía” (por Jan Doxrud)

 “El egoísmo es demasiado esencial a la naturaleza humana para ser arrancado de ésta, por muy deseable que eso sea….Por tanto, cuando nos preguntamos en qué condiciones podría extirparse, no podemos dejar de tener conciencia de que nos situamos al margen de las condiciones de lo real, y que no podemos sino desembocar en un idilio cuya poesía puede resultar grata a laimaginación, pero que no podrá aspirar a pasar a los hechos”.

                                                                                                  (Émile Durkheim, El Socialismo)

 

En este escrito y los siguientes, que son parte de mi libro (aún en revisión) sobre Marx y el socialismo, realizaré una breve exposición del denominado “Socialismo del Siglo XXI”. En primer lugar abordaré la exposición que realiza de este la psicóloga chilena Marta Harnecker, discípula del teórico marxista francés, Louis Althusser y estrecha colaboradora de Hugo Chávez entre los años 2002 y 2006. Posteriormente expondré brevemente las ideas sobre el nuevo socialismo de acuerdo a otro intelectual cercano al régimen, el canadiense Michael Lebowitz. Paso seguido expondré lo que Hugo Chávez entendía por socialismo del siglo XXI. Para luego continuar con una serie de autores que han realizado aportes intelectuales a la idea de un “socialismo del siglo XXI”. Alguno de ellos, en mayor o menor medida, han estado ligados el proyecto del “Socialismo del Siglo XXI” del fallecido presidente de Venezuela.

Entre los autores que se examinarán se encuentran: Alan Woods, Heinz Dieterich, Alexander Buzgalin, István Mészáros, Juan Carlos Monedero, Mario Sanoja, Tomás Moulián, Fernando Atria y por último, también haré referencia al socialismo comunitario del vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, así como al “ecosocialismo” tal como lo entiende el pensador brasileño Michael Löwy. Las críticas al sistema socialista desde múltiples ángulos se pueden encontrar en otros capítulos de mi libro, de manera que por ahora sólo me limitaré a aclarar qué significa un socialismo para el siglo XXI a través de la exposición esquemática que hace Harnecker.

Marta Harnecker

En su libro “Un mundo a construir ” (Nuevos Caminos), que le valió   Premio Libertador al Pensamiento Crítico el año 2014, Harnecker procede como la mayor parte de los autores que aquí examinaremos, esto es, se comienza con un diagnóstico de la situación socioeconómica actual, detectan una crisis estructural, y posteriormente se procede a reconstruir un nuevo discurso basado en las ideas de Marx combinada con nuevas ideas que responden a la situación mundial actual como antídoto a la crisis. A esto añaden también una serie de estrategias prácticas para poder materializar en la realidad las ideas expuestas en el discurso.

Harnecker hace referencia a la desastrosa reputación del socialismo tras la caída del muro de Berlín. El socialismo quedó vinculado a la falta de democracia, al totalitarismo, al capitalismo de Estado, la planificación central burocrática, el colectivismo que suprimía las individualidades, el dogmatismo, la intolerancia a la oposición legítima y el unipartidismo. La autora añade que los tiempos han cambiado radicalmente y que una serie de hechos han contribuido, en el caso de América Latina, a que los seres humanos puedan concebir un nuevo sistema alternativo al actual para aplicarlo en el futuro. Tales hechos son los gobiernos locales de participación popular, las prácticas comunitarias indígenas y las experiencias prácticas que están impulsando algunos gobiernos que han decidido adoptar y profundizar un modelo de sociedad anticapitalista. De acuerdo a Harnecker, fue Chávez quien acuñó el término, “Socialismo del Siglo XXI”, al menos ante el gran público.

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Pero en realidad el término ya había sido objeto de estudios a finales del siglo XX por autores como Bulgazin, Dieterich y posteriormente por Moulián a comienzos del siglo XXI. La autora ve un antecedente de este socialismo, purificado del socialismo soviético, en la experiencia socialista de la Unidad Popular bajo la presidencia de Salvador Allende en Chile (1970-1973), que pretendió transitar hacia el socialismo por medio de una vía institucional y de acuerdo a las particularidades del país. De acuerdo a Harnecker, Chávez se refirió a este concepto en el año 2004 en la ceremonia de clausura del “Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad”, donde el mandatario se refirió a la necesidad de reexaminar la historia del socialismo y recuperar este concepto. 

Si bien Chávez en los comienzos de su gobierno creyó poder llevar a cabo transformaciones sociales, lo hizo pensando que podía hacerlo manteniendo intacto el capitalismo. Pero tras el intento de golpe y otras acciones desestabilizadoras de la oposición, Chávez tomó conciencia de lo que lo que se necesitaba no era una “tercera vía”, sino que había que transformar de raíz el sistema económico y realizar una transición hacia el socialismo. Fue en el Foro Social Mundial en Porto Alegre (2005) donde Chávez reafirmó la idea de superar el capitalismo y transitar hacia un socialismo renovado, es decir, purgado de toda influencia del modelo soviético. Se trataba de un socialismo que no era “ni calco ni copia” (citando las palabras de Mariátegui) de otros modelos, ya que debía obedecer a la realidad económica, política y social particular de cada país. Cada país debe tener una transición particular de acuerdo a su historia y tradiciones, lo que significa que los puntos de partida, los actores y el tiempo que dure la transición serán diferentes. El slogan “ni calco ni copia” lo escucharemos en la boca de varios neocomunistas para dar a entender que su socialismo no es el del siglo XX

A continuación menciono los principales aspectos del socialismo original, que de acuerdo a Harnecker, deben ser recuperados e integrados al nuevo socialismo:

1-El pleno desarrollo humano: en la futura sociedad socialista, se permitiría el pleno desarrollo de todas las potencialidades del ser humano, algo que sólo puede concebirse en una “sociedad cooperativa”.

2-El ser humano como ser social: el socialismo no niega ni suprime al individuo, sino que reconoce las particularidades de las personas, pero también enfatiza que cada individuo es social y dependiente de otros individuos. La sociedad comunista, afirma Harnecker, permitiría que la persona humana por naturaleza social pudiese realizar plenamente su carácter social. Añade la autora que esta idea de sociedad no es algo que caiga del cielo, ni de un pensamiento especulativo, sino que surgen del análisis de las contradicciones internas del propio capitalismo.

3-Propiedad común o colectiva.

4- Supresión de la división entre el trabajo manual e intelectual: esto significa que hay que hacer del trabajo una actividad integral manual e intelectual a la vez, y terminar con el trabajo alienador y obligatorio.

5- Regular racionalmente el metabolismo entre el hombre y la naturaleza: esto implica terminar con el antagonismo entre el campo y la ciudad y una toma de conciencia respecto a la degradación ecológica actual. (este antagonismo, cabe decir, fue logrado por los Jemeres Rojos en Camboya, claro que eliminando la ciudad en favor del campo)

6- La sociedad y no el Estado debe tomar en sus manos el desarrollo económico: no se trata de realizar cambios superficiales, vale decir, que la gerencia capitalista será emplazada por una nueva gerencia de tipo socialista.

A continuación menciono los principales rasgos del “Socialismo del Siglo XXI” que destaca Harnecker, que a su vez se fundamentan en las ideas de otros autores:

I- Socialismo esencialmente democrático.

1) Democracia participativa y protagónica.

a) Democracia política y democracia social.

b) El desarrollo humano a través de la participación popular.

c) Protagonismo y organización de las fuerzas desde abajo.

d) Crear espacios adecuados para la participación

2) Democracia participativa que no excluye la democracia delegada.

a) Los límites de la democracia directa.

b) Combinación de democracia directa y democracia delegada.

c) Un sistema político diferente al sistema de representación democrático burgués

 

II-Descentralización como rasgo esencial del socialismo.

 a) Autonomía y descentralización en la toma de decisiones.

b) La centralización produce burocratismo.

c) No se puede administrar todo centralmente. Sólo el control social puede evitar la corrupción.

d) Descentralizar todo lo que se pueda descentralizar no debilita al Estado central.

e) Descentralización no anárquica e impregnada de espíritu solidario.

f) Una concepción socialista de la descentralización (fortalecimiento de las comunidades, a las comunas, que son los cimientos del Estado nacional).

 

III-Nuevo modelo económico dirigido a satisfacer las necesidades humanas.

1) Nueva dialéctica: producción-distribución-consumo.

a) La propiedad social los medios de producción.

b) Producción organizada por los trabajadores.

c) Satisfacción de las necesidades comunales.

 

2) Nuevo concepto de eficiencia

a) Eficiencia: respeto a la naturaleza y pleno desarrollo humano.

b) La inversión en desarrollo humano es también productiva.

 

3) Incentivos y nivel de conciencia en la construcción del socialismo

a) El sistema soviético no logró incentivar a los trabajadores.

b) La participación en la gestión: un importante incentivo.

c) Cómo estimular el trabajo y no ser injustos con quienes no pueden rendir por causas ajenas a su voluntad.

d) El socialismo y las armas melladas del capitalismo.

En 2014 Harnecker recibió el Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2014 en Venezuela

En 2014 Harnecker recibió el Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2014 en Venezuela

IV-La centralidad de la planificación participativa en el socialismo.

a) Medios de producción: patrimonio de la humanidad.

b) Aclarando aspectos relacionados con el concepto de propiedad.

c) La propiedad estatal, sólo un cambio jurídico.

d) La planificación participativa: la forma en que la sociedad toma posesión de los medios de producción.

 

b-Breve paréntesis: Gramsci y la hegemonía

De acuerdo a Harnecker, para lograr la correlación de fuerzas necesarias para avanzar hacia la sociedad que queremos construir, es necesario abordar el tema de la hegemonía. Siguiendo a Gramsci, la autora utiliza el término, en primer lugar, como lo contrario a la “imposición por la fuerza” y, en segundo lugar, para referirse al tema de la conciencia y la cultura. El tema de la hegemonía está presente en varios de los autores que examinaremos, ya sea de manera explícita o implícita, por lo que me detendré brevemente sobre algunas ideas centrales de Gramsci. Antonio Gramsci (1891-1937) fue un político italiano y uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano (PCI). Tras tener una activa carrera política, es condenado a 20 años de cárcel por Benito Mussolini. Sin duda su estancia en prisión fue extremadamente dura y la salud del intelectual italiano se fue deteriorando. Pero por otro lado este confinamiento permitió que Gramsci elaborara sus ideas políticas de manera libre.

Lo anterior hay que entenderlo tal como lo planteó Eric Hobsbawm quien explicaba que un Gramsci libre hubiese corrido el peligro de condenar al Komintern (Internacional Comunista) y probablemente habría entrado en fuertes discusiones con los demás comunistas italianos. Añade el historiador británico que un Gramsci en libertad hubiese tenido que implantar, como jefe de su partido, una fuerte autocensura durante la época stalinista, tal como lo hizo Palmiro Togliatti (1893-1964), Secretario General del Partido Comunista Italiano. Concluye Hobsbawm que a la larga, Mussolini logró el efecto contrario al que deseaba, ya que permitió que las ideas de Gramsci afloraran, aunque pasarían muchos años hasta que la figura del pensador italiano fuese rehabilitada. Examinemos un concepto crucial de este autor: la hegemonía. Aunque este concepto se identifica inmediatamente con Gramsci, el concepto de hegemonía ya era utilizado por el movimiento socialdemócrata ruso hacia finales de 1908 hasta el estallido de la revolución en 1917.

Por ejemplo, el revolucionario ruso Pável Axelrod (1850 - 1928) escribía en una carta al economista Peter Berngardovich Struve, que en función de la misión histórica del proletariado ruso, la socialdemocracia podía conseguir lo que denominaba la “gegemoniya” en la lucha contra el absolutismo. En Lenin el uso de este concepto no fue habitual. Sería con Gramsci que la hegemonía cobraría una gran importancia así como un significado más amplio. El concepto de hegemonía aparece por primera vez en dos escritos de Gramsci: “Carta al Comité Central del Partido comunista soviético” y “Notas sobre la cuestión meridional”, ambos de 1926. La palabra hegemonía, desde una perspectiva etimológica, está conectada con las palabras tales como “guía”, “jefe”, “el que conduce”. Como explica el sociólogo chileno, Jorge Larrain, Gramsci distinguía entre “ideologías orgánicas”, que son necesarias a una estructura dada, y las “ideologías arbitrarias”, producto de las especulaciones individuales.

Gramsci

Gramsci

Para el pensador italiano, una ideología consistía en un sistema de ideas o concepción de mundo “que está implícitamente presente en el arte, en el derecho, en la actividad económica y en toda las manifestaciones de la vida colectiva e individual”[1]. Como afirma Larrain, la ideología en Gramsci sería más que un sistema de ideas, ya que tendría que ver con “la capacidad para inspirar actitudes concretas y dar ciertas orientaciones para la acción[2]. Así, una ideología orgánica es aquella capaz de orientar a las masas humanas, de orientar la acción de estas mismas. Además Gramsci distinguió diferentes niveles en la ideología que tienen como objetivo mantener la unidad del bloque histórico. 

Como señala Larrain, Gramsci, a través del concepto de “bloque histórico”, nos da la idea de que “las fuerzas materiales son los contenidos y las ideologías son las forma, aunque esta distinción entre forma y contenido tiene un valor puramente didáctico, ya que las fuerzas materiales serían inconcebibles históricamente sin forma y las ideologías serían fantasías individuales sin las fuerzas materiales[3]. En cuanto a los niveles de la ideología, estos son cuatro: filosofía, religión, sentido común y folklore. Otro aspecto importante en Gramsci es el concepto de “intelectual”. Para el pensador italiano, el intelectual es en general toda la masa social que ejerce funciones organizativas tanto en el campo de la producción como en el de la cultura y en el político-administrativo. Por lo tanto, los intelectuales son los organizadores de la función económica de la clase a la que están ligados orgánicamente, son portadores de la función hegemónica que ejerce la clase dominante en la sociedad civil por medio de la cultura, el sistema educativo, los medios de difusión masivo, etc. En “La formación de los intelectuales”, Gramsci señala:

Los intelectuales son los empleados del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político a saber: 1) del «consenso» espontáneo que las grandes masas de la población dan a la dirección impuesta a la vida social por el grupo fundamental dominante, consenso que históricamente nace del prestigio (y por lo tanto de la confianza) que el grupo dominante deriva de su posición y de su función en el mundo de la producción. 2) del aparato de coerción estatal que asegura «legalmente» la disciplina de aquellos grupos que no “consienten” ni activa ni pasivamente, pero que está preparado para toda la sociedad en previsión de los momentos de crisis en el comando y en la dirección, casos en que no se da el consenso espontáneo[4].

Organizador obtenido del sitio web: http://marcocarlosavalos.com/opinionpublica/2013/11/19/14-ideologa-y-hegemona-en-mxico

Organizador obtenido del sitio web: http://marcocarlosavalos.com/opinionpublica/2013/11/19/14-ideologa-y-hegemona-en-mxico

Respecto al concepto de hegemonía que es el que nos interesa, Larrain señala que Gramsci la en dos sentidos. En el primer sentido escribe el sociólogo chileno:

“…Gramsci habla de hegemonía para referirse a los mecanismos usados por la burguesía en una nación capitalista avanzada para mantener su control sobre la clase obrera. El punto aquí es resaltar que ese dominio se logra sobre todo mediante un liderazgo intelectual y moral y no principalmente mediante la violencia o la fuerza. Consiste en que la clase dominante logra hacer aceptar voluntariamente por otros grupos soiales todo un sistema de valores, actitudes y creencias que apoyan el orden establecido[5].

En cuanto al segundo sentido del concepto de hegemonía, se refiere a la capacidad de dirección de la clase obrera, de establecer alianzas con otras clases no dominantes. De acuerdo a Ernesto Laclau (1935-2014), otro autor influyente en la izquierda latinoamericana, con Gramsci el concepto de hegemonía adquiere un nuevo tipo de centralidad que trasciende sus usos tácticos o estratégicos, es decir, la hegemonía pasa a convertirse en el concepto clave para la comprensión del tipo mismo de unidad existente en toda formación social concreta. Para concluir este paréntesis sobre Gramsci podemos señalar que el intelectual italiano realizó una profunda reflexión en torno al poder, el sistema capitalista y la manera de desmantelar a este último. Para Gramsci, las revolución violenta, es decir, la receta leninista no era una opción en países occidentales ya que existía una sociedad civil desarrollada y fuerte.

Para Gramsci la estrategia revolucionaria violenta sólo era adecuada para el “Oriente”, esto es, para Rusia, aunque también dentro de este Oriente están incluidos países que cumplen con una serie de condiciones políticas, económicas y sociales, como puede ser una la inexistencia o la presencia de una débil sociedad política frente a un todopoderoso aparato estatal. En el caso de Occidente el poder no es solamente ejercido desde el Estado ya que también opera el “consenso” dentro de la sociedad civil, esfera donde también emergen las diversas concepciones de mundo, pero donde sólo una puede prevalecer transformándose en la más ampliamente aceptada. En el caso de la sociedad capitalista esta no se sustenta por medio de la dominación y la coerción por parte del Estado, ya que opera otra variable fundamental que es el consenso que otorga la sociedad civil al sistema. De ahí se debe entender que la estrategia que debe implementarse para esta clase de países debe apuntar no en primer lugar a la toma del poder estatal, sino que el paso previo debe apuntar a la conquista de la hegemonía.

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Lo anterior pasa por la formación de un bloque histórico entendido como una alianza de diversas clases (proletarios, campesinos y otros grupos marginales) a las cuales se hace necesario dotar de una concepción de mundo por medio de una “pedagogía”, de manera que la educación cobra un papel crucial para lograr un cambio de cosmovisión en las clases . Dentro de esta labor juega un rol fundamental la figura del intelectual, quienes tienen la labor de generar el cambio dentro de la sociedad civil, lo que a la larga significará enfrentar a la estructura ideológica predominante que se encargan de difundir la ideología la ideología de turno, como es el caso de los medios de comunicación, establecimientos educacionales y la Iglesia. De esta manera la sociedad civil se transforma en el campo de lucha para el establecimiento de una nueva hegemonía. Lo crucial de la estrategia revolucionaria gramsciana es apuntar a la cultura, al sistema de valores imperantes, de manera que una vez que sean conquistados los primeros, la conquista del poder político será algo que se dará de manera natural.

Aclarado resumidamente el concepto de hegemonía, sigamos con Marta Harnecker. La autora sigue a Marx en cuanto a que considera que las ideas y valores que prevalecen en una determinada sociedad y que cumplen el rol de racionalizar y justificar el orden existente, representan las ideas y valores de las clases dominantes. Tales ideas son transmitidas por medio del sistema educativo, la Iglesia y la familia . Por lo tanto, y este es un tema transversal en los autores que estamos examinaremos, la penetración en la cultura y en la educación son fundamentales para el establecimiento sustentable del nuevo socialismo. El instrumento político adecuado para construir una nueva hegemonía lo encarna la energía popular, sólidamente organizada y cohesionada, que se transforme en una verdadera fuerza impulsora de cambios. La izquierda debe dejar de aspirar a meras reformas, discusiones políticas, ganar escaños en el parlamento o lograr establecer proyectos de ley.

La izquierda debe ser capaz de presentar un proyecto alternativo que logre, como señala la autora, ganarse la cabeza y el corazón de la inmensa mayoría. Debe llevar a cabouna verdadera revolución cultural que permita ir más allá de la cultura heredada y construir un sujeto revolucionario que sustente todo este proceso. Se trata entonces de reemplazar la vieja cultura por una nueva, y para esta batalla de ideas,  se requiere de organización, de proyectos y dirección. También se requiere de una masa de militantes comprometidos, disciplinados, que su forma de vivir prefigure el de la nueva sociedad y que su práctica sea coherente con su discurso. En síntesis, para Marta Harnecker, la izquierda tiene el objetivo de ganar hegemonía, lo que significa que debe convencer y no imponer coactivamente.

[1] Jorge Larraín, El concepto de ideología, vol. II. El marxismo posterior a Marx: Gramsci y Althusser, (Santiago: LOM Ediciones, 2000), 108.

[2] Ibid.

[3] Ibid., 110.

[4] Antonio Gramsci, Los intelectuales y la organización de la cultura, (Argentina: Ediciones Nueva Visión, 2000), 16.

[5] Jorge Larraín, El concepto de ideología, vol. II. El marxismo posterior a Marx: Gramsci y Althusser, 109.