Usos y mal usos del lenguaje (por Jan Doxrud)

Antes de comenzar, quisiera que el lector leyera las distintas citas:

1) “ Es preciso ayudar a la MASA, en el proceso de la lucha, a encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa de la revolución socialista. Este puente debe consistir en un sistema de reivindicaciones transitorias, partiendo de las condiciones actuales y de la conciencia actual de amplias capas de la CLASE OBRERA a una sola y misma conclusión: la conquista del poder por el proletariado” […] El viejo “programa mínimo” es constantemente superado por el programa de transición cuyo objetivo consiste en una movilización sistemática de las MASAS para la revolución PROLETARIA”. 

(León Trotsky: “El Programa de Transición”)

2) “La historia de toda sociedad hasta nuestros días no ha sido sino la historia de las LUCHA DE CLASES”

(Karl Marx)

3) “no hay tal cosa como la SOCIEDAD”

(Margaret Thatcher)

4) “En esta conferencia, he argumentado que la gravedad cuántica es unitaria y la información es mantenida en la formación y evaporación de agujeros negros. Considero que la evolución está dada por una integral de caminos Euclidiana sobre las métricas de todas las topologías”. 

(Stephen Hawking. Conferencia en Dublín, 2004)

Una vez leídas las anteriores citas, el lector se habrá percatado del uso impreciso de ciertos conceptos. Por ejemplo se habla de una revolución proletaria sin entrar a definir qué es el proletariado. Es decir, sabemos que es la clase obrera, el trabajador urbano. Pero ¿acaso los proletarios, como creía el comunismo, por ser parte de esa abstracción debían necesariamente ser comunistas , abrazar y ser protagonistas de la revolución anticapitalista? ¿A qué se refiere Trotsky con “clase obrera”? No cabe dudas no eran parte de estas quienes se opusieran a los bolcheviques en Rusia, lo mismo sucedió en la China de Mao: el trabajador es parte de la “clase trabajadora” siempre y cuando abrazara la ideología correcta. Tampoco sabemos qué se entiende, con precisión, el concepto de masa. Claro está que debe ser una agrupación significativa de individuos. Pero como los demás conceptos genéricos, aquí Trotsky los permeables y les da un significado específico, perreado por la ideología que profes.

https://www.trespm.mx/curiosidades/justicia-para-el-pueblo

¿Qué entiende el marxismo por clases? La verdad es que Marx nunca explicó esto y hablaba de clases como si se trataran de verdaderas castas o estamentos. Lenin, otro seguidor de Marx, habla de lucha de clases y de enemigos de clases, frente a lo cual podemos preguntarnos si acaso las “clases” pueden luchar y, por lo demás, ¿cual es el fundamento y criterios de Lenin para dividir la sociedad mundial en dos polos: burgueses y proletarios? ¿Quiénes no serían parte del proletariado? ¿Qu criterios utilizamos para asignar a cada individuo a una clase y otra? El mismo Marx y Engels que no era proletarios, se transformaron en los profetas de estos.

Margaret Thatcher, por su parte, cuestionaba  el concepto mismo de “sociedad”, puesto que, sólo existirían los individuos que son quienes componen una sociedad. Ahora bien, no es que Thatcher negara la existencia de la sociedad propiamente tal, sino que no había que cosificar o reificar tal concepto (ya volveré sobre esta falacia). Por último, Hawking(no es necesario que el lector y quien escribe entienda lo que dice) hace uso de conceptos generales como gravedad, gravedad cuántica, información, evolución, etc.

Así, en la ciencia, no se puede prescindir del uso de términos genéricos y tampoco nosotros. De hecho el lector puede hacer el experimento de no utilizarlos en su vida diaria y verá que tal cometido se ver+a rápidamente frustrada. De lo que hay que resguardarse es tratar estos conceptos como si existieran en sí y por sí mismos, ya que caemos en una falacia conocida: reificar un concepto. Esto significa que usamos el concepto, por ejemplo, el de “pueblo” y lo tratamos como si fuera una cosa incluso como un individuo que piensa, actuar, etc.

Este será el tema de este artículo: el uso de aquellos términos genéricos que representan propiedad compartidas por entes singulares. Esto guarda un vínculo con  una antigua discusión sobre el status lógico-ontológico (validez formal y material) de los denominados “universales” de manera que, tangencialmente, me referiré a los problemas que emergen en torno al lenguaje. Comencemos explicando el concepto de universal. El prestigioso filósofo e historiador de la filosofía Etienne Gilson, explicaba que el problema en torno a los universales (tal como lo había planteado Porfirio) se resumían en las siguientes preguntas:

1-¿Existen los universales en la realidad o sólo en el pensamiento?

2-Si existen en la realidad, ¿son corpóreos o incorpóreos?

3-¿Están los universales separados de las cosas sensibles o están implicadas en ella?

A estas cuestiones, el filósofo del medioevo, Pedro Abelardo, añadió el problema entorno a las especies y géneros:

4-¿Seguirían existiendo los géneros y especies en nuestro pensamiento o si dejasen de existir los individuos a las que corresponden?

Como señala el físico y filósofo de la ciencia Mario Bunge, frente a este tema existían, al menos, tres posiciones

a)  Plantonismo: los objetos conceptuales son seres ideales que existen en sí mismos y por sí mismos, independiente de nuestras mentes (Platón). Ventaja: no pone trabas a la creación de conceptos, tan necesarios en disciplinas como la física o matemáticas. Defectos: postula la idea de ideas separadas de la materia (un reino sobrenatural) y no da cuenta de la creatividad y creación de ideas, puesto que, como las ideas son preexistentes, estas sólo deben ser descubiertas.

b)  Nominalismo:  los objetos conceptuales forman un subconjunto de los objetos lingüísticos, de manera que son signos y existen como tales (Roscelin). Ventajas: abandona la idea de un reino de las ideas independiente del mundo material y enfatiza el hecho de que aprehendemos los objetos conceptuales a través del lenguaje. Defecto: pone obstáculos a la investigación en diversas disciplina puesto que niega la existencia de universales (meros nombres). Se confunde el objeto designado (concepto) con el significante (signo)

c)  Empirismo: los objetos conceptuales son objetos mentales y existen, como las demás ideas, como sensaciones o imágenes. Ventaja: instala el objeto conceptual en la mente humana (lo rescata del reino platónico y del lenguaje). Defecto: también es un obstáculo para numerosas disciplinas que trabajan con conceptos universales

Aristóteles, en su Metafísica, explicaba que el universal es común a muchos seres o es lo que se encontraba en un gran número de seres. Mario Bunge explica que un universales una propiedad que poseen todos los miembros de una colección, de manera que el universalismo se opone al particularismo. En nuestra vida diaria nos encontramos con innumerables objetos, animados e inanimados, como mesas, autos, sillas, carreteras, animales, flores y seres humanos. Ahora bien, podemos preguntarnos: ¿alguien ha visto alguna vez a un “ser humano”, a un “animal”, o una “flor”? ¿O acaso no vemos a Juan o María, un oso o un perro, o un copihue o una rosa?   Como explicaba el filósofo y sacerdote jesuita Frederick Copleston, los seres humanos vemos y tocamos cosas particulares, pero cuando pensamos en esas mismas cosas lo hacemos utilizando ideas y términos generales. 

Ejemplo de lo anterior es cuando observamos un “árbol” (género) o para ser más precisos, un olmo (especie). La especie vendría a ser una colección de cosas que comparten algunas propiedades básicas. Como añade Bunge, la especie es el primer escalón de una clasificación, puesto que existen otros conceptos más completos como el de género, familia y reino. El género, escribió Aristóteles, se empleaba para explicar la generación continua de los seres que tienen la misma forma. Tenemos, pues, que el universal “hombre” sería una esencia común a los individuos. En lo que respecta a las especies, pueden existir varias como por ejemplo: hombre, perros y tigres, que pertenecerían al “género” animal. Ahora bien las especies contenidas dentro del género se distinguen entre sí, así por ejemplo, el ser humano sería un animal racional, algo propio de la especie humana.

La disputa que se dio desde la antigua Grecia y durante un segmento de la Edad Media, lo resume Copleston como sigue. Por un lado tenemos objetos extramentales que existen objetivamente de manera concreta, es decir,  no necesitan de nuestra existencia para existir. Por otro lado tenemos que los seres humanos utilizamos conceptos universales. Luego tenemos que los primeros tienen una fundamentación en la realidad misma, de manera que su estatus ontológico es incuestionable, pero los segundos (universales), no existen más allá de nuestra mente que crea tales concepto. Esto último se traduce en que los universales no tienen un fundamento en la realidad: no vemos “seres humanos” sino que a fulano o mengano. De acuerdo con esta visión, conceptos como pueblo, nación o sociedad son conceptos huecos desprovistos de valor. Podemos señalar que el concepto de pueblo se “refiere”, claro está, a un conjunto de individuos (no son piedras o árboles) que comparten ciertas características en común (¡¿ pero cuáles?!).

La realidad es que el “ pueblo” no existe. El pueblo es una mera abstracción y referirse a este como si fuese algo concreto, que piensa y actúa es un error. La historia nos ha enseñado que este concepto de pueblo no es más que un vaso vacío en donde cada persona vierte sus propios condicionamientos ideológicos. Para Mussolini, Hitler, Stalin o Hugo Chávez, el concepto repueblo tenía un significado bien acotado. Lo mismo sucede, por ejemplo, con las denominadas “identity politics”, que no hacen más que engullir al individuo para someterlo a categorías abstractas e ideológicamente construidas, pero que pretenden presentarse al público como neutrales. . Ejemplo de esto son ciertos colectivos feministas que dicen defender a la mujer, pero que en realidad defienden a un modelo particular o un estereotipo que ellas han hecho de la mujer. Así la feminista anticapitalista y socialista, no aceptará como una de las suyas a una mujer religiosa, conservadora y opositora al aborto. En la Alemania nazi el volk que tanto alababa a Hitler en sus discursos no incluía todos los alemanes. Los mismo podemos decir de otros colectivos como corrientes indigenistas o movimientos identitarios basados en la etnia y raza.

Donde hay pueblo siempre hay un enemigo del pueblo o “anti-pueblo”. Los judíos alemanes no eran parte del “volk” de Hitler, al igual que los opositores a su régimen. Lo mismo sucedía en las naciones socialistas en donde los burgueses no eran parte del pueblo según el comunismo y, más actualmente los opositores al régimen chavista tampoco eran parte del pueblo). No se podía ser parte del pueblo y al mismo ser anti-chavista y estar en contra de la revolución bolivariana. En suma, la palabra pueblo ha sido manipulada muchas veces a lo largo de la historia y cada persona proyecta sus propios condicionamientos político-ideológicos en este concepto.

Tratar al “pueblo” como algo concreto es caer en la “falacia de la reificación”, es decir, concebir a esta abstracción como una cosa (latín = res)  y,  como tal, piensa, actúa, desea, etc (ej: el “pueblo” quiere,  la “nación” desea venganza) .En suma, resulta complejo encontrar en la realidad a algo denominado “pueblo” (sabemos que involucra a personas pero, ¿a qué clase de personas? Ricos, pobres, nacionales, minorías étnicas, etc).

Durante la Edad Media existió una posición frente al problema de los universales denominado “realismo extremo” que planteaba la idea de que los universales existían en sí mismo, esto es, eran subsistentes en sí mismos y los distintos individuos o cosas particulares participaban de esta idea general (siguiendo el idealismo platónico: existen personas bondadosas y todas ellas participan de la “idea de bondad”). Este realismo, por ende, desembocaba en una ontología monistas, vale decir, en una concepción en virtud de la cual el mundo consistiría en entidades de un único género.  Este monismo puede ser materialista (todo se reduce a la materia) o espiritual (donde todo se puede reducir al único principio creador: Dios). El problema de los universales también adquiría tintes religiosos, puesto que, de negar los universales, se cuestionaba a su vez el misterio de la Santísima Trinidad y la transmisión del Pecado Original.

Por ejemplo, Odón de Tournai (1060-1113) se valía del ultrarrealismo o realismo exagerado para explicar la transmisión del pecado original. Si no existieran los universales, ¿cómo sería posible afirmar que el pecado original era una afección del alma humana? ¿Acaso sería posible hablar incluso de una contaminación del alma humana por el pecado original? Si negamos los universales, no sería posible. Hay quienes se opusieron a tratar los universales como subsistentes en sí mismos (sustancia) y como existentes fuera de nuestras mentes. El mismo Aristóteles señalaba que era imposible considerar un universal como sustancia.  Esta postura que rechazaba la existencia de los universales se denomina “Nominalismo”. El nominalismo ontológico, explica Mario Bunge, es la concepción en virtud de la cual sólo existen individuos.

En suma, el nominalismo concibe que los universales sólo existen en nuestro entendimiento y fuera e este (realidad extramental) sólo existen individuos concretos. Así, los universales sólo serían “nombres” (nominalismo) que representan a un conjunto de individuos, pero estos universales no representan nada en la realidad. Sepultando los universales se cerraba la puerta al desarrollo de cualquier filosofía u ontología sistemática, incluso la posibilidad de cualquier proyecto científico serio. Ahora bien, entre el idealismo objetivo platónico,  que postulaba la existencia objetiva e independiente de las ideas, y el nominalismo extremo, existió una postura moderada que aceptaba el uso de los universales, es decir, que estos tienen un fundamento en la realidad y que representan realidades particulares (pero estos universales no existen en sí y por sí). 

Estos universales se forman por medio de la abstracción,  esto es, a través de una operación intelectual consistente en separar mentalmente lo que es inseparable en la realidad. Así, para llegar al concepto de “ser humano” debemos hacer abstracción de sus particularidades, vale decir, de características tales como altura, peso, color de piel, color de pelo, nacionalidad, etc, para así llegar a lo que es común a esta multiplicidad de individuos. Lo que existiría son términos universales. De acuerdo a Abelardo no existía una “esencia” común. El problema en torno a los universales continuaría en la filosofía moderna, por ejemplo Georg Berkeley rechazaba la existencia de estos. Para el obispo, no podíamos pensar en un “triángulo en general”, sino que en triángulos equiláteros, obtusos o rectos. Lo mismo sucede con la “humanidad”, no podemos pensar en esta, sino que pensamos en hombres y mujeres concretos.

Sería un error adoptar el nominalismo y negar de plano la existencia de los universales, puesto que, entre otras consecuencias, no sería posible hacer ciencia y ontología, ya que ambas disciplinas hacen uso de conceptos universales (espacio-tiempo, causalidad, etc). Si bien existen conceptos generales bastantes cuestionables y poco precisos (pueblo, sociedad, conciencia de clase, espíritu de la nación) existen otros que son indispensables. Es por ello que Bunge afirma que aunque no podamos percibir los universales, sin éstos, nos sería imposible pensar y hablar. Ni siquiera podríamos pronunciar la palabra “Yo”, no se podrían establecer leyes universales en ciencia ni menos aún se podría haber pensado en crear Derechos Humanos o juzgar a los nazis por delitos contra la “Humanidad”.