1/7-El Libro Negro del Comunismo: la utopía como refugio contra la realidad (por Jan Doxrud)


El Libro Negro del Comunismo (I): la utopía como refugio contra la realidad (por Jan Doxrud)

En   esta   seguidilla   de   artículos   me   centraré   en   tratar   la temática   de   fondo abordada por los autores del Libro Negro del Comunismo (1997). Discutir sobre  el  comunismo  no constituye una mera discusión bizantina o una temática carente de sentido ya que,  aunque parezca   extraño (o quizás no), tras la caída del  bloque comunista, los comunistas en la práctica   aprendieron  absolutamente nada  de   la   experiencia criminal  de todos los comunismos existentes.  Algunos se desentendieron  de  esos regímenes o los  rotularon  como meras   desviaciones   del   "verdadero   comunismo". En suma, el aquel argumento es bastante conocido: el ideal es prístino e impoluto y son los seres humanos quienes no estuvieron a la altura de aplicarlo en la realidad. Esta es la definición misma del fanatismo ideológico cuyo principal enemigo es, precisamente, la realidad.

El   punto   es  que  los  comunistas  no aprendieron nada y continúan  predicando   ideas   obsoletas y basándose en autores, interesantes de leer, pero también obsoletos que no dan respuesta a las temáticas y desafíos que plantea el siglo  XXI. Lo medular de el Libro Negro del Comunismo es que dejó en evidencia con documentación que el  comunismo es siempre y en todo lugar  intrínsecamente   criminal   y que no importa  cuando   ni   donde   se   aplique, siempre degenerará en  un  régimen  dictatorial   y totalitario, puesto  que  es  la  única  forma  de imponer la sociedad utópica  que  predican. Eso fue lo que dejó claro el siglo   XX  y ninguno de  estos regímenes  escapó  de  esta  "ley de  hierro": el comunismo lleva inexorablemente a la represión  y  el  asesinato.  El  comunismo  se  instaura,  se  construye   y  mantiene por medio  de la  violencia  y  se  mantiene  por  medio  de  la  represión,  en nombre de un supuesto bien superior. Como señaló J. F. Revel, la única manera de mejorar el comunismo es deshaciéndose de éste.

En la actualidad todavía existen partidos comunistas que flamean con orgullo aquel terrible símbolo en   nombre   del   cual  se masacró a millones de personas: la hoz y el martillo,  y existen políticos e intelectuales que  aún  creen que un “nuevo comunismo” es posible (para qué hablar de una ausencia de   cualquier   autocrítica   por   parte   del   Partido   Comunista   chileno  –  una  filial de la Unión Soviética en Chile -  que apoyó a la mayor parte de las dictaduras comunistas durante la Guerra Fría y   continúa   apoyando  a  la   dictadura   en  Cuba. Pero la autocrítica nunca ha sido el fuerte de los comunistas y menos realizarla frente a herejes   que  no pertenecen a su ideología).

Pero tenemos que tener  claro que una utopía como la comunista es una idea inmutable, no cambia y no se adapta. Lo que   los   comunistas   hacen   es   criogenizar   la  idea para poder revivirla en algún futuro, cuando  la  amnesia   sobre   las  atrocidades cometidas por esta terminase de realizar su trabajo.  La estrategia fue esperar que la amnesia (e ignorancia) hiciesen su trabajo tras el colapso del bloque soviético, que el  ideal comunista volviese a ser eso mismo” una idea utópica” y volver a escudarse en esa   utopía   frente   a   la  crítica. De manera que la caída del bloque soviético fue una alivio para muchos comunistas que ya no tenían cómo defender el desastre político, económico y humano de los socialismo reales. Es más fácil defender la utopía inexistente que cundo está fracasó al puesta en práctica en el mundo real.

Ahora   examinaremos   el   “Libro   Negro   del  Comunismo”. No   me   enfocaré en los números de muertos o en las distintas formas de exterminio que aplicaron los distintos regímenes comunistas, sino que tomaré las ideas centrales, el mensaje de fondo de esta obra de investigación. Sorprendente resultó ser  (y   resulta   aún   hoy) la reacción que tuvo la izquierda en Francia y en otros países ante   el   contenido   del   libro. Estos   últimos   denigraron  el  libro y  a sus autores, cuestionaron las    cifras    de   muertos   y   rechazaron   cualquier imputación de genocidio que pudiese hacerse al comunismo. También se pudo apreciar aquella clásica defensa que dice: “Eso no era el verdadero comunismo”. Lo   que  quisiera hacer   ahora es  llevar a la vida real la “idea de comunismo”, es decir,   como   resultó ser en la practica la implementación de los ideales comunistas. Por lo tanto, no me referiré a ese comunismo ideal sobre el cual los intelectuales se deleitan en discutir. No me referiré a aquel comunismo ideal que   se  encuentra en el reino de la utopia, que por definición no es posible criticar.

El libro que desató la polémica fue el “Libro negro del comunismo[1]” publicado en Francia en 1997. No   fue   la   primera   obra   que   denunciaba   los   crímenes comunistas, pero sin dudas fue la   más   completa y  documentada. Anteriormente, a principios de la década de 1970,  se publicó la   gran   obra   en  Francia la gran obra de Aleksandr Solzhenitsyn (1918-2008), “Archipiélago Gulag”[2]. En la   misma  década aparecieron los relatos de otros sobreviviente del Gulag, Varlam Shamalov (1907-1982), titulado   “Los   relatos de Kolymá”[3]. Estos autores fueron fuertemente criticados por los sectores de izquierda.

Pero   lo   que  el   Libro   Negro   del   Comunismo planteaba era algo radical e indigerible para la   izquierda. Ahora   ya   no se trataba de que el comunismo era una mera utopía o una ilusión que   cometió   “algunos excesos” en  nombre de un bien superior, sino que ahora el comunismo era intrínsecamente criminal, una ideología que siempre iba a conducir a los mismos resultados nefastos como aquellos de los que   fuimos   testigos   en   el  siglo XX. La   tesis   de Courtois, del comunismo   criminal   en   realidad  viene a decirnos lo siguiente:  cualquier ideología que pretenda estar   en   posesión   de   la   verdad   absoluta,   de   que   crea  tener un visión privilegiada de cómo debe   estar  organizada la sociedad en sus más mínimos detalles, que elimine al individuo en nombre la   colectividad   y   que   crea   que puede diseñar o planificar la sociedad de acuerdo a los principios preestablecidos   por   la   ideología, conducirán   necesariamente a la represión de los seres humanos.

El   comunismo   es sólo un ejemplo de esta visión de mundo. Estas personas estaban convencidas de   que   la historia marchabahacia una dirección determinada y que ellos estaban en posesión de un conocimiento   privilegiado, ellos  sabían cual era la meta, por lo que debían intervenir para dirigir el curso de la historia hacia   aquella meta. En la mente de aquellos profetas, la historia, que involucra a   millones   de   individuos, estaba regida por leyes generales y eran precisamente ellos los que habían descubierto tales   leyes,   una     verdadera   prepotencia   gnoseológica   sin   límites. Tal creencia de   tener   un   acceso   a  un conocimiento superior les daba  a  estas personas una suerte de   salvoconducto   que   les   permitía llevar a cabo atrocidades en nombre de un fin superior a cualquier interés individual.

Holodomor o genocidio mediante el hambre de la Rusia comunista contra los ucranianos

Holodomor o genocidio mediante el hambre de la Rusia comunista contra los ucranianos

A esto hay que añadir la mentalidad planificadora, ya que si a la historia se la deja seguir su curso, el ideal puede que no sea alcanzado, por lo que hace falta establecer un plan, un diseño que permita organizar   la   complejidad   social   y   adaptarla   a   los   fines de los ideólogos. No estoy añadiendo nada   nuevo   a   este   tema, ya   que   pensadores   como  Karl Popper o Friedrich Hayek hicieron referencia   a   esto. Popper   en  “La   miseria   del  historicismo” (1957)   era  claro al afirmar que no   se   puede   predecir   el futuro de la historia por métodos racionales o científicos. Hayek por su parte   denominaba   “fatal   arrogancia” a esta manía planificacionista o a la mentalidad ingenieril, y advertía sobre los peligros de esta arrogancia del ser humano de querer implantar un orden artificial sobre lo que denomina un “orden extenso” que escapa a la racionalidad humana que es limitada.  Por su parte, Michael Oakeshott (1901-1990) distinguía entre la “política de la fe” y la “política del escepticismo”, y  abogaba  por  un  equilibrio correcto entre ambas, para de esa manera contrarrestar la    hegemonía    que   había   estado    teniendo   la   primera   frente a la segunda. La política de la fe   corresponde    a   lo   que   Oakeshott  también denomina como   “racionalismo   en   política” o “estilo ideológico de la política”, siendo el arquitecto principal de este estilo de hacer política: Francis Bacon. En   la  política de la fe hay una fuerte creencia en la perfección del individuo por medio de la actividad planificadora del gobierno. En palabras de Oakeshott:

“…se cree que el gobierno es el agente principal del mejoramiento que habrá de culminar en la perfección. Por lo tanto, se entiende que la actividad gubernamental consiste en controlar y organizar las actividades de los hombres a fin de lograr su perfección”[4]. Más adelante añade el pensador británico: “Dado que esta tarea sólo se sostiene mediante un control detallado y celoso de las actividades de los hombres, en la política de la fe la primera necesidad del gobierno es un poder conmensurable con ella”[5]. 

Por otra parte, la política del escepticismo es otra forma de hacer política, que tiene en consideración que las sociedades y los individuos   que   la componen, resultan   ser   un sistema complejo, por   lo   que cualquier   plan   o   diseño   que   pretenda   manipularla  u organizarla con   vistas  a   una  meta ideal, resultará en un fracaso y, en el peor de los casos, en la represión. Sobre este estilo de política escribe Oakeshott:

En  términos   generales, se   trata   de   la   política   de   la   impotencia,   el   estilo   y   el  hábito de la gobernación apropiados a las circunstancias en las que el gobierno tiene pocas oportunidades de dirigir las actividades de sus gobernados, y en estas circunstancias, es probable que sea el estilo aceptado de entender la política[6].

Stéphane Courtois dirigió la investigación del Libro Negro del Comunismo. Ex militante comunista-anarco-maoísta. Se desempeña como académico y Director de la investigación académica del prestigioso "Centre national de la recherche scientifique"

Stéphane Courtois dirigió la investigación del Libro Negro del Comunismo. Ex militante comunista-anarco-maoísta. Se desempeña como académico y Director de la investigación académica del prestigioso "Centre national de la recherche scientifique"

Oakeshott señala que la política de la fe no es monopolio exclusivo de una ideología o partido político  específico, pero sí se encuentra fuertemente presente en el socialismo y el comunismo. El   pensador   británico   resume   en   los   dos   siguientes  párrafos la mentalidad de el o los líderes que representan la política de la fe y el mensaje que dan a sus gobernados:

Vas   a   saber   que   la   perfección   es  un gran premio, difícil de ganar. Estamos en camino, pero no es razonable esperar que el desorden de siglos   s  e transforme de pronto en un paraíso. Y sabrás también que, aunque quizá no vivas para entrar   a   la   tierra prometida, tus hijos y los hijos de tus hijos la habitarán. Ellos disfrutarán lo que tú no tienes. A ti te corresponderá la gloria inmarcesible de los pioneros[7].

La   búsqueda  de   la   ‘perfección’  es   una empresa   ardua. No esperes sólo verte privado de los deleites que disfrutarán quienes vengan detrás, sino que también sufrirás los dolores y las privaciones inseparables de   la   empresa. Somos   responsables de guiarte hacia la tierra prometida y no pudimos cumplir con este deber sin contar con poderes plenos. No requerimos un ‘mandato de doctor’ sino un ‘mandato de salvador’. Pero   no   permitas   que  perturben tu confianza los sufrimientos del presente, ni alguna de las solicitudes difíciles que debemos formularte. No dudes de que sólo reconocemos un deber, el deber de la humanidad ‘perfecta’, y no permitiremos que nada impida su realización[8].

[1] Stéphane Courtois, ed. ,  El libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión (Barcelona: Editorial Planeta, 1998).

[2] Alexandr Solzhenitsyn, Archipiélago Gulag I, II y III (España: Tusquets Editores, 2010),

[3] Varlam Shalamov, Relatos de Kolimá (España: Minúscula, 2007).

[4] Timothy Fuller, comp. , La política de la fe y la política del escepticismo, Michael Oakeshott (México: FCE, 1998), 51.

[5] Ibid., 75.

[6] Ibid., 101-102.

[7] Ibid., 135.

[8] Ibid.