Reseña: Junio, 1941: Hitler y Stalin, de John Lukacs (por Jan Doxrud)

Adolf Hitler: ¿enemigo de Stalin?

Hace unos días fuimos testigos de una parafernálica marcha militar en la Rusia del Presidente Vladimir Putin donde hacía ostentación de todo su aparato militar, como en los viejos tiempo en la Rusia comunista. La gente aplaudía a sus soldados a los veteranos de guerra, al misil balístico estratégico, y a uno de las principales atracciones: el tanque Armata.  ¿La razón? La celebración del día de la victoria, el fin de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), pero principalmente el rol que jugó la URSS en la derrota de la Alemania nazi. En efecto, los soviéticos tuvieron que soportar una gran carga desde junio de 1941 hasta 1944, cuando los aliados lograron abrir el frente occidental tras el duro éxito del desembarco en las playas del norte de Francia, en Normandía. El Presidente de Venezuela Nicolás Maduro, quien asistió al encuentro, escribió las siguientes palabras al Presidente ruso:

Hoy reconocemos la valentía y la entrega del pueblo ruso en las luchas de los hombres, siempre al lado de la justicia y la igualdad. La victoria que hace siete décadas se consiguió ante el avance del fascismo, le ofreció a la humanidad una posibilidad para poder aprender a reconocernos como iguales, entender que sólo en la construcción colectiva podremos vivir en un mundo de armonía y paz”.

Putin por su parte declaraba que aventura hitleriana fue una lección horrible para toda la comunidad internacional. También agradeció a la ayuda de los demás aliados en la derrota de Hitler aunque dejo escapar algunas críticas a la Unión Europea y Estados Unidos.

 El breve libro de John Lukacs ayudará al lector a tener una imagen más clara y verdadera acerca de cómo ocurrieron los acontecimientos durante la Segunda Guerra Mundial, específicamente a la relación entre Stalin y Hitler. No hay duda alguna sobre la importancia que tuvo la rusia staliniana en la derrota de Hitler. Tampoco cabe poner en duda el sacrificio que tuvo que hacer parte del pueblo uso que tuvo que combatir en el frente. Ni que decir sobre las vejaciones, humillaciones y matanzas que sufrieron los civiles en Rusia (y en los demás países de Europa del este) bajo la Wehrmacht y principalmente bajo los despiadado Einsatzgruppen. Lo que sí cabe examinar es cómo la elite política soviética, con Stalin a la cabeza, reaccionó ante el expansionismo del nacionalsocialismo. Para ir al grano, la noble victoria de los ejércitos soviéticos sólo nos relata una parte de la historia, aquella que nos muestra a Stalin y a la Unión Soviética como los salvadores de la humanidad. Lo que no se nos dice es que Stalin en realidad sacrificó cobardemente a su pueblo para lograr remediar sus propios errores ¿Qué errores? Haberse confiado en que Hitler no traicionaría el Pacto de no agresión, también conocido como el Pacto Molotov-von Ribbentrop (Ministro de Asuntos Exteriores Soviético y Alemán respectivamente) firmado en 1939. El libro de Lukacs se centra principalmente en ambos dictadores y la evolución en las relaciones de ambos antes y durante la guerra.

El libro de Lukacs tiene una tesis central que cuestiona aquella interpretación que dice que el comunismo encarnado en ese entonces en la Rusia de Stalin habría sido “el” enemigo por excelencia de Hitler y que la decisión de traicionar a Stalin y atacar Rusia habría sido algo inevitable, ya que esto habría sido algo que Hitler llevaba anclado “en su mente desde los comienzos mismos de su vida política”.  En palabras del historiador: “Mi tesis es que las convicciones de Hitler son indisociables del modo en que percibía la popularidad que había alcanzado el anticomunismo. Comprendió que el anticomunismo ejercía una atracción infinitamente mayor que el comunismo”.

Lukacs cuestiona que Hitler hubiese sido un fanático anticomunistas desde un punto de vista ideológico y que la puesta en marcha de la Operación Barbarroja (1941) habría sido el resultado de una megalomanía que consumía al dictador alemán y de un exceso de confianza (hubris afirma Lukacs) de que su ejército podría aplastar al ejército ruso. En resumen, el historiador norteamericano cuestiona la interpretación que señala que el ataque de Hitler a Rusia obedeció a principal y esencialmente a motivos y propósitos ideológicos. Si bien Hitler fue anticomunista, este anticomunismo lo habría utilizado con fines estratégicos, es decir, electorales y propagandísticos, para presentarse tanto ante el pueblo alemán como ante el mundo como el defensor de Occidente frente al bárbaro comunismo eslavo. En palabras de Lukacs: “No sólo los alemanes o los conservadores tenían dicha convicción. La idea de que la Alemania nacionalsocialista era un baluarte contra el comunismo bárbaro apoyado por Rusia era compartida por muchas personas de muy diversa índole”.

Otro punto dentro de la tesis del autor es que en realidad Rusia no era la principal preocupación de Hitler y esto es central ya que hecha por tierra la interpretación de que la invasión de Rusia habría sido la verdadera guerra que deseaba Hitler, el gran choque entre las ideologías rivales. Lo que a Hitler en realidad le preocupaba era Inglaterra, de manera que la invasión a Rusia obedecía a un plan específico: “una vez derrotada Rusia, Inglaterra se verá obligada a firmar la paz”. En palabras del mariscal de Campo, Wilhelm Keitel: “el objetivo último del Reich es la derrota de Gran Bretaña”. Lukacs cita de otros líderes militares como Franz Halder quien escribió: “eliminar finalmente a Rusia como potencia aliada de Inglaterra en el continente y de ese modo privar a Inglaterra de toda esperanza de alterar su destino”. El Almirante Kart Fricke señaló: “la caída de Moscú podría forzar a Inglaterra a un armisticio inmediato”. Recordemos que la Operación León Marino (1940) que tenía como objetivo invadir Inglaterra pero la Royal Air Force (RAF) logró rechazar el ataque nazi, aunque Inglaterra quedaría en una posición en la cual nada podía hacer frente a Hitler.

Desde que asumió como Canciller en Alemania (1933) Hitler se había comprometido a erradicar el comunismo, a hacer de Alemania una potencia económica y a terminar con el humillante Tratado de Versalles (1919). Hilter comenzó gradualmente a violar este tratado rearmando a Alemania, reiniciando la conscripción y comenzando una política expansionista. Anexó la zona fronteriza con Francia del Saar por medio de un referéndum (1935), remilitarizó la zona de Renania, anexó Austria por medio de un referéndum (Anschluss, 1938), luego siguió la anexión de aquella zona de Checoslovaquia donde habitaba una mayoría germana denominada como los Sudetes. Hitler, rompió su acuerdo con Chamberlain en Münich e invadió Checoslovaquia (1939). Luego vendría Polonia y es en este período cuando se lleva a cabo el Pacto de no agresión con Stalin, donde además se realizaron intercambio comerciales. Una vez asegurado el frente oriental, Hitler inició sus blitzkrieg contra Europa occidental donde cayeron Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica y Francia. Detengámonos un momento en este punto. Como explica Lukacs Alemania desde que se constituyó el Segundo Reich (1871) bajo Bismarck y Guillermo I, mantuvo relaciones con Rusia. Recordemos que Ludendorff durante la Primera Guerra Mundial ayudó a Lenin a llegar a Rusia por medio del libre paso por medio de un ferrocarril, y además fue también el Segundo Reich el que financió a los bolcheviques. Durante la República de Weimar (1918-1933) se mantuvieron lazos comerciales con la Rusia bolchevique. Hubo un acuerdo secreto entre Berlín y Moscú (1922) en donde oficiales alemanes participaron en ejercicios tácticos del Ejército Rojo y en donde de manera conjunta se fabricaron prototipos de vehículos blindados.  En 1926 Alemania y Rusia firmaron un pacto de no agresión. Con la llegada de Hitler el panorama cambió, ya que puso fin a los acuerdos secretos y de cooperación entre ambos países, lo que llevó al embajador alemán Rudolf Nadolny a dimitir. Ahora bien, lo anterior no significó el quiebre diplomático entre ambos países sino que se mantuvieron relaciones comerciales pero a una escala más restringida. Tras las campañas expansionistas mencionadas más arriba Hitler finalmente toma la decisión de pactar con Rusia y Stalin en 1939. Esto fue un acontecimiento que no pasó desapercibido. ¿Cómo podía Stalin pactar con quien era considerado el enemigo por excelencia del comunismo? La Internacional Comunista pediría a sus seguidores en los distintos países que moderaran sus críticas al “fascismo” ya que ahora el nacionalsocialismo era un aliado del comunismo.

La noticia del pacto…cayó como una bomba, quizá la más potente en la historia moderna de las relaciones diplomáticas entre Estados. Fue una gran conmoción para millones de comunistas de otros países, convencidos de que la Unión Soviética era el principal enemigo de Hitler. Sin embargo, fueron relativamente escasos los comunistas…que abjuraron de su lealtad hacia el partido y hacia la quimera del comunismo internacional en 1939. Quizá más significativa fuera la reacción de los millones de anticomunistas y conservadores, tanto dentro como fuera de Alemania, que admirado a Hitler en tanto que valedor del anticomunismo”.

Lukacs destaca que ambos dictadores sentían una mutua admiración, principalmente Stalin quien era un gran admirador del país germano. Quizás no sea coincidencia que Stalin (Acero) derive del alemán stahl. De acuerdo al historiador norteamericano, este no fue un mero pacto temporal hecho que sólo postergaba la el gran armagedón ideológico. En aquella época existía una fuerte presencia de población alemana en la zona que quedaría bajo la influencia soviética, de manera que Hitler ordenó  iniciar la repatriación de estos alemanes. En cuanto al papel que jugó Rusia en este pacto escribe Lukacs:

El texto del pacto de no agresión soviético-alemán fue redactado por Stalin y por Molotov, no por Hitler ni Ribbentrop; era muy preciso, y era enteramente aceptable para los alemanes. Más importante aún, fue Moscú quien sugirió que, además del tratado de no agresión, se incluyese un protocolo secreto, delimitando las esferas de influencia de las dos potencias, en esencia el reparto de Europa oriental entre ambas”.Lukacs resalta otro hecho importante en la mentalidad de Stalin y fue la importancia de las naciones y del nacionalismo, y principalmente la relevancia del Estado. Marx y Engels no se habían ocupado del tema del nacionalismo y resultaba que Stalin percibía que el nacionalismo era más fuerte que el socialismo internacional. Lukacs cita las siguientes palabras que Stalin dirigió a Georgi Dimitrov:

La Internacional se formó en tiempos de Marx con la esperanza de una inminente revolución internacional. También el Comintern se formó en dicho período, en época de Lenin. Hoy son las tareas nacionales de los diversos países las que tienen prioridad (…) No hay que aferrarse a lo que fue la norma ayer sino tener muy en cuenta las nuevas condiciones que han surgido”.

Finalmente esta alianza, con la cual Stalin se sentía tan a gusto, llegaría a su fin en 1941 cuando Hitler decide lanzar la Operación Barbarroja contra Rusia. Lo que interesa acá es la tesis central de Lukacs mencionada anteriormente y es que esta ofensiva no obedeció a un fanatismo ideológico irracional anticomunista por parte de Hitler. Como explica Lukacs hacia el año 1940, el principal enemigo no era Rusia sino que Inglaterra, de manera que había que lograr que Inglaterra capitulara ante Alemania: “La esperanza de Inglaterra son Rusia y los Estados Unidos. Si eliminamos la esperanza de Rusia, eliminamos también la de los Estados Unidos. Rusia (es) la principal apuesta de Inglaterra…si Rusia es destruida, se acabaron las esperanzas de Inglaterra…” Sorprendente resultó la reacción de Stalin o más bien su falta de reacción. Stalin fue ciego y hasta el último momento y a pesar de los informes, que incluía reportes de desertores alemanes, se negó a considerar la posibilidad de que Hitler lo traicionara. Este hecho es importante ya que deshecha otro mito que consiste en señalar que el ataque de la Alemania nazi a Rusia fue una suerte de guerra preventiva donde

Hitler solamente se adelantó a un posible ataque de Stalin. Esto no resultó ser cierto y la reacción de Stalin lo deja claro. Sobre la reacción de Stalin ante los informes que evidenciaban la ofensiva alemana, escribe Lukacs: “Decir que Stalin fue reacio a creerlos es quedarse cortos; no les dio el menor valor. No creyó, de hecho no podía creer, que Hitler optase por una guerra contra él mientras Alemania libraba aún batalla en otro frente contra Inglaterra. Imposible que Hitler desease una guerra en dos frentes”. Incluso Stalin, el 10 de mayo llegó a romper relaciones con Bélgica, los Países Bajos y Noruega, expulsando sus delegaciones de Moscú, como una prueba de amistad hacia Hitler. Ni siquiera los generales Zhukov ni Timoshenko lograron a hacer entrar en razón a Stalin. Más adelante continúa explicando Lukacs: “Ya hemos visto que en fecha tan tardía como el 18 de junio, Stalin atribuía la mayoría, si no todos, de los informes sobre un inminente ataque alemán a las provocaciones británicas (o norteamericanas)”. Finalmente Stalin tuvo que quitarse la venda de los ojos, pero su reacción ante la traición de Hitler  hizo que el dictador se sumiera en una crisis profunda. La ofensiva de Hitler involucraba a alrededor de dos millones soldados, trescientos mil vehículos acorazado, seiscientos mil vehículos militares, siete mil cañones y más de dos mil aviones, de manera que a Stalin le sobraban razones para preocuparse por el futuro del comunismo en Rusia. Stalin atravesó una fase de depresión y derrotismo. Lukacs cita las siguientes palabras del dictador: “Todo perdido. Me rindo. Lo que Lenin fundó, lo hemos j – …La j – , la cagamos por completo”. Stalin salió del Kremlin y se internó en su dacha ausentándose por días de su oficina. Los miembros del Politburó tuvieron que dirigirse a la dacha para pedirle que retomara las riendas del país. Finalmente Stalin asume el nuevo escenario y apela a la población a luchar por la supervivencia de su patria.

                                                       Operación Barbarroja (1941)

                                                       Operación Barbarroja (1941)

Ya sabemos la historia. Stalin y el pueblo ruso tuvieron que soportar  la violencia nazi durante 1941 cuando los alemanes parecían que iban a someter Moscú. Pero gradualmente las cosas se pondrían complejas para los alemanes. No solamente fue el invierno ruso el que aniquiló a las fuerzas alemanas, sino que también a la capacidad adaptativa y el valor con que lucharon los soldados rusos, claro que con algunos “incentivos” como la Orden 227 de Stalin. En un pasaje de esta orden se puede leer:

“Desde ahora la férrea ley para cada oficial, soldado y oficial político debe ser 'Ni un paso atrás' sin ordenes superiores. Los jefes de las compañías, los batallones, regimientos y divisiones, así como los comisarios y oficiales políticos que se retiren sin órdenes superiores serán considerados traidores a Patria y como tales serán tratados. Esto es lo que pide la Patria.” 

 Otras medidas desesperadas del dictador soviético:

 1. Los Consejos Militares de los Frentes y sus comandantes en jefe deben: 

 A) En todas las circunstancias decididamente erradicar la actitud derrotista en las tropas y con mano férrea evitar cualquier propaganda sobre que podemos y debemos continuar la retirada al este, y que esta retirada no será perjudicial; 

 B) En todas las circunstancias relevar a los oficiales que permitan a las tropas retirarse sin autorización del Comandante del Frente y enviarlos a la Stavka para ser sometidos a consejo de guerra; 

 C) Crear en cada Frente de 1 a 3 (dependiendo de la situación) batallones penales (800 soldados) a los que deben enviarse los comandantes y oficiales políticos de todas las armas que hayan roto la disciplina por cobardía o inestabilidad. Estos batallones deben situarse en las secciones más expuestas de un Frente, dándoles así una oportunidad de redimir sus crímenes contra la Madre Patria con su sangre. 

2. Los Consejos Militares de los Ejércitos y sus comandantes en jefe deben: 

A) En todas las circunstancias relevar a los oficiales que permitan a las tropas retirarse sin autorización del Comandante del Frente y enviarlos al Consejo Militar del Ejército para ser sometidos a consejo de guerra; 

B) Formar de 3 a 5 unidades (200 integrantes) de guardias bien armados (barrera), y desplegarlos en la retaguardia de las divisiones poco fiables para ejecutar en el sitio a quienes propaguen el pánico y a los cobardes en caso de pánico o de retirada caótica, dándoles una oportunidad así a los soldados fieles para hacer su deber ante la Madre Patria;

C) Formar de 5 a 10 (dependiendo de la situación) compañías disciplinarias (150-200 integrantes) dónde deben enviarse a los soldados y NCOs que han roto la disciplina por cobardía o inestabilidad. Estas unidades deben desplegarse en los sectores más difíciles del frente, dándoles una oportunidad de purgar sus crímenes contra la Patria con su sangre. 

 3. Los Comandantes y Comisarios de la división: 

A) En todas las circunstancias relevar a los oficiales de los regimientos y batallones que permitan a las tropas retirarse sin autorización del Comandante del Frente, privarlos de sus condecoraciones y enviarlos al Consejo Militar del Ejército para ser sometidos a consejo de guerra; 

B) Proporcionar todo la ayuda y apoyo posible a las unidades de guardias (barrera) del ejército en su trabajo de fortalecer la disciplina y orden en las unidades. 

Finalmente los aliados logran desembarcar en Normandía liberando los países de Europa Occidental, y por el sur las fuerzas aliadas entraban desde el norte de Africa hacia Italia,  lo cual alivió el peso que llevaban encima los rusos. Por su parte, las fuerzas soviéticas avanzaban rumbo a Berlín. Hay que señalar que un factor que no deja de ser interesante es que Japón no lanzara un ataque contra Rusia, y en cambio concentrara su atención en Estados Unidos, lanzando en 1941 un ataque a la base naval en Pearl Harbor causando que Estados Unidos saliese del aislacionismo y entrase a la guerra junto a la Unión Soviética

 ¿Qué celebraba Vladimir Putin el año 2015? Sin duda si hay que rendir tributo a alguien es a los millones de civiles que pagaron con sus vidas las decisiones de sus líderes. El hecho es que Stalin está a años luz de ser el gran enemigo del nazismo. En realidad quedó en el bando de los aliados, con países y líderes por los cuales no sentía simpatía alguna, debido a la traición de Hitler. Por lo demás hacer de Stalin una suerte de héroe de la libertad por el sólo hecho de haber combatido al nazismo, me parece un razonamiento viciado. Que un totalitarismo criminal se enfrente a otro de similares características, no convierte ni a uno a otro en libertadores.