2/3-Adam Smith: Los Precios (por Jan Doxrud)

Adam Smith 2 (economía): los precios

En este escrito abordaré la teoría del precio de Adam Smith que es de importancia ya que fue causa de muchas confusiones posteriores y que no resolvieron autores posteriores, como fue el caso de Karl Marx (1818-1883) que continuó con la errónea teoría objetiva del valor. Como veremos, Smith defendía que el valor de un bien era igual a la cantidad de trabajo contenida en este y posteriormente Marx vendría a repetir lo mismo pero introduciendo algunas sutilezas, ya que en El Capital, Marx señala que el valor de un bien depende de la “cantidad de trabajo socialmente necesario” y en lugar de hablar de trabajo, habla de “fuerza de trabajo”. En otras palabras, tal teoría defiende de que existe un “precio objetivo” en torno al cual orbitan los diferentes precios y que serían los costos los que determinan los precios de los bienes. Tal idea sería refutada en la segunda mitad del siglo XIX por tres autores (Carl Menger, Leon Walras y William Stanley Jevons) que representaron la “revolución marginalista” y que defendieron, en esencia, que los precios eran fruto de estimaciones subjetivas de las personas, de manera que la famosa paradoja de por qué el diamante era más caro que el agua no era en realidad una paradoja. El diamante es escaso y muy demandado, en cambio el agua, que es esencial para nuestra vida, la encontramos en abundancia. Pero si cambiamos las circunstancias y nos encontramos en un desierto, claramente preferiremos tener a mano una botella de agua y no una bolsa de diamantes. Para cualquiera que quiera entender la economía marxista, debería examinar también los escritos que le precedieron como el de Adam Smith y John Stuart Mill.

Comenzaré con los conceptos de precio nominal y precio real. Smith señala en el capítulo V del Libro I que todo ser humano es rico o pobre teniendo en consideración de su capacidad de poder gozar de las cosas necesarias, convenientes y gratas para su vida. Con la complejización de la economía, el aumento de la división del trabajo y la expansión de los mercados, las personas podrán ser ricas o pobres dependiendo del trabajo ajeno del que pueda disponer. Smith explica que en un “estado originario” en donde no existía la propiedad privada, el trabajador gozaba de todo el producto de su propio trabajo. Así, con la primera apropiación de la tierra y la acumulación de capital, el ser humano se valdrá de otros para acrecentar su riqueza, es decir, poder obtener aquellos bienes y servicios que consideran que le son esenciales para su vida. Como bien nos recuerda Smith, la riqueza es poder en la medida en que es capaz de comprar, sobre todo su facultad de poder comprar trabajo. El trabajo adquiere un lugar central en la teoría económica de Smith ya que para él, este constituye el “precio primitivo” o “moneda originaria” que sirvió para comprar y pagar todas las cosas. En otras palabras el trabajo es la medida real del valor de cambio de toda clase de bienes. En palabras de Smith:

“El precio real de cualquier cosa, lo que realmente le cuesta al hombre que quiere adquirirla, son las penas y fatigas que su adquisición supone”. Más adelante añade: “No fue con el oro ni con la plata,  sino con el trabajo como se compró originariamente en el mundo toda clase de riquezas; su valor para los que las poseen y desean cambiarlas por otras producciones es precisamente igual a la cantidad de trabajo que con ella pueden adquirir[1].

Cabe agregar que Smith diferenciaba entre trabajo productivo e improductivo. En cuanto al primero se refiere al lo que conocemos como sector primario y secundario, vale decir, las actividades extractivas y al procesamiento de las materias primas. El trabajo improductivo se refiere al ofrecimiento de servicios, esto es, al sector terciario. La explicación detrás de este razonamiento es que Smith consideraba que eran los bienes materiales los que se pueden acumular y pueden ser utilizados potencialmente para incrementar la riqueza, en cambio los servicios, inmateriales, se desvanecen el acto mismo y, por lo tanto, no se pueden acumular.

Por lo tanto, para el escocés era evidente que el trabajo era la medida universal y más exacta del valor, así como la única regla que permitía compara los valores de diferentes mercancías en distintos tiempos y lugares. Pero Smith reconoce que,  aunque el trabajo representa la medida real del valor de cambio de las mercancías, generalmente no es utilizada efectivamente como una medida para estimar el valor, es decir, las personas no están constantemente estimando el valor en función del trabajo que la persona imprimió en un artículo determinado y cómo poder traducir ese trabajo en un precio determinado. Smith explica que resulta complejo averiguar la relación proporcional que existe entre cantidades diferentes de trabajo. Continúa explicando el autor:

El tiempo que se gasta en dos diferentes clases de tareas no siempre determina de una manera exclusiva esa proporción. Han de tomarse en cuenta los grados diversos de fatiga y de ingenio. Una hora de trabajo penoso contiene a veces más esfuerzo que dos horas de una labor fácil, y más trabajo, también, la aplicación de una hora de trabajo en una profesión cuyo aprendizaje requiere el trabajo de diez años, que un mes de actividad en una labor ordinaria y de fácil ejecución”.

El lector podrá tener ante sí a dos caricaturista que le ofrecen hacerle un retrato, pero resulta que uno cobra el doble ya que cursó sus estudios en prestigiosas universidades, y el otro es un autodidacta que no pudo pagar sus estudios y pavimentar, a punta de esfuerzos y sacrificios, su camino a convertirse en un dibujante. ¿Quién merece cobrar un mayor valor por su servicio? ¿Acaso al lector estará dispuesto a pagar el doble una caricatura que el esforzado y sacrificado caricaturista puede hacerlo por la mitad del precio y con los mismos resultados? ¿Cómo se puede medir el ingenio y la creatividad y traducirlo a un valor monetario? ¿Cómo traducir las habilidades de un artista en un precio real y precio nominal? (posteriormente me centraré en este último tipo de precio). Al respecto escribe el autor: “Iguales cantidades de trabajo, en todos los tiempos y lugares, tienen, según se dice, el mismo valor para el trabajador. Presuponiendo un grado normal de salud, de fuerza y de temperamento, de aptitud y destreza, ha de sacrificar siempre la misma proporción de comodidad, de libertad y de felicidad”. Este pasaje parece perfilar la idea de Marx de un trabajo abstracto (no concreto) y simple (no complejo/calificado), una suerte de promedio de gasto fisiológico que pueda ser utilizada como medida de valor.

Ante este escenario complejo, Smith reconoce que en la práctica los precios se forman de acuerdo al regateo y a la puja” del mercado y que resulta ser más frecuente que se cambie y compare una mercancía con otra mercancía y no en relación a la cantidad de trabajo que tal mercancía puede contener. Paso seguido Smith se refiere a la introducción del dinero en las transacciones. En un principio se intercambiaban bienes por bienes, es decir, no existía esta mercancía (dinero) que funcionaba como medio de intercambio. Es lo que posteriormente Marx representaría como M – M, es decir, el intercambio directo entre mercancía (M). Posteriormente Marx explica en El Capital que tal fórmula se transformaría en M – D – M, esto es, el intercambio de mercancías utilizando como intermediario la mercancía dinero (D). Smith señala que una vez que cesó la permuta o el trueque, las mercancías comenzaron a intercambiarse por dinero, siendo este personificado por metales tales como el cobre, plata u oro.

Con los progresos de la industria muchas naciones comerciantes consideraron conveniente acuñar y convertir en monedas diferentes clases de metal: el oro, para los pagos de mucha importancia; la plata, para las compras de un valor moderado, y el cobre, o algún metal basto, para las de poca consideración[2].

Ahora bien, el dinero, considerado como una mercancía, también se encuentra sujeto a fluctuaciones, ya que el oro y la plata pueden cambiar de valor, dependiendo de la disponibilidad de estos. Con el descubrimiento de América y la afluencia de metales preciosos en dirección a España, los precios de los bienes aumentaron debido al aumento del stock de oro. En términos modernos sería como inflar la masa monetaria, manteniendo tipos de interés bajos y una baja producción de bienes, en otras palabras tenemos inflación. En nuestro días sabemos que el sistema de dinero fiduciario ya no obedece a ningún tipo de anclaje a algún metal precioso y, en teoría, la masa monetaria puede ser expandida infinitamente por los bancos centrales. Antiguamente esta práctica era llevada a cabo por reyes y emperadores disminuyendo la cantidad de metal puro de las monedas, lo que se traducía en un alza de los precios. Llegamos así al concepto de precio nominal que es la expresión monetaria de un bien, es decir, el trabajo vendría a ser el precio real y la moneda, el precio nominal. Esta carácter dual del precio de las distintas mercancías también se aplica a la mercancía que conocemos como trabajo. En este último caso, el precio nominal es el salario que recibe el obrero, y el precio real consiste en la cantidad de cosas “necesarias y convenientes” para la persona y su familia. Añade Smith que la demanda de mano de obra asalariada aumenta necesariamente con el incremento del ingreso y del capital de las naciones, y ese aumento del ingreso y del capital es el incremento de la riqueza nacional.

Continúa explicando el escocés que lo que motiva un alza en los salarios no es la magnitud real de la riqueza de la nación, sino que su continuo incremento, lo que explicaría la razón por la cual los salarios de las colonias norteamericanas sean más altos que los de Inglaterra. Smith realiza algunas críticas sobre el tema de los salarios en Inglaterra. En primer lugar señala que los salarios no fluctúan con el precio de las provisiones, es decir, mientras el precio en dinero del trabajo (salario) se mantiene uniforme, el precio de las provisiones experimentan un alza, mermando así el poder adquisitivo de los trabajadores. También sucede que el precio de bienes como el pan y la carne solía ser casi el mismo en toda Gran Bretaña, pero no así los salarios de los trabajos, por ejemplo, en las grandes ciudades y sus contornos. Pero Smith no pretende presentar un panorama sombrío ya que también reconoce que el nivel de vida de la clase trabajadora ha aumentado significativamente en lo que respecta a la posibilidad de adquirir bienes y servicios que años antes hubiesen sido imposible imaginar. Las patatas, zanahorias, nabos, coles y el grano, escribe Smith, se habían abaratado considerablemente.

De esta manera concluye Smith:

La lamentación general en el sentido de que el lujo se introduce hasta en las clases ínfimas del pueblo y de que actualmente un pobre trabajador no se contenta con el mismo alimento, vestido y habitación con que se contentaba en otra época, puede llevarnos al convencimiento de que no sólo ha aumentado el precio del trabajo expresado en dinero, sino la recompensa real”[3].

Pasemos a examinar los elementos que componen el precio de las distintas mercancías. Como ya se señaló, en un estado originario, la única medida de valor y norma para el intercambio era el trabajo. Así, Smith señala que cuesta usualmente el doble de trabajo matar a un castor que a un ciervo, por lo que a la hora de intercambiar, un castor valdrá dos ciervos. Pero con el progreso de la industria, la división del trabajo y la especialización, esta forma de intercambio resulta extremadamente compleja. Así, el componente del precio no puede ser únicamente el trabajo ya que entran en escena otros dos actores, de manera que tenemos los siguientes tres componentes: salario, beneficio y el interés. Tenemos que la renta que procede del trabajo es el salario; la renta que deriva del capital se denomina beneficio, y por último, tenemos aquella renta derivada que es el interés y que es percibida por el prestamista (esta última no es una renta originaria como la que proviene de la tierra, el capital y el trabajo). Así pues, Smith afirma que en toda sociedad, el precio de cualquier mercancía se resuelve en una u otra de esas partes, o en las tres en un tiempo. Por ejemplo, en el precio del trigo, una parte viene a pagar la renta del terrateniente (tierra), el salario (renta del trabajo) y el beneficio del colono (renta del capital). Continúa ejemplificando Smith:

“En el precio de la harina es necesario contar el del trigo, el beneficio del molinero y los salarios de sus servidores; en el precio del pan se habrán de contar los beneficios del panadero y los salarios de sus obreros, y en el precio de ambos, el trabajo de transportar el trigo desde la casa del colono hasta el molino, y de éste al panadero…”[4].

Hemos abordado brevemente el tema del precio real, precio nominal y los componentes del precio. Ahora finalizaré con otro dualismo que introduce Smith: el precio natural y el precio de mercado de los bienes. Smith explica que en toda sociedad existe una tasa promedio de salarios y beneficios en cada uno de los diversos empleos que se le da al capital y al trabajo. Dicha tasa, continúa explicando el filósofo escocés, se regula de manera natural por las circunstancias generales de la sociedad, su riqueza, pobreza, su condición adelantada, decadente o estacionaria. Lo mismo es cierto para la renta de la tierra, que se regula por factores como por ejemplo, la fertilidad natural o artificial de la tierra.  Son estos niveles promedios lo que Smith denomina como tasas naturales, en este caso, de la renta, el trabajo y del beneficio.

El precio natural varía con la tasa natural de cada una de las partes componentes, esto es, el salario, el beneficio y la renta. Estos último, a su vez, varían de acuerdo las circunstancias generales: riqueza, pobreza, o su condición progresiva, estacionaria o decadente. Pasemos a examinar el precio de mercado. Este precio se regula por la proporción entre la cantidad de la mercancía específica que se lleva al mercado y la demanda de quienes están dispuestos a pagar, es decir, lo que nos enseñan los manuales de economía: la formación del precio fruto de la oferta y la demanda.

Pero habría que esperar al economista inglés Alfred Marshall (1842-1924) para traducir está explicación a los ya clásicos gráficos de oferta y demanda. Smith procede a explicar cómo la interacción de la oferta (la cantidad de bienes ofrecidos en el mercado) y la demanda interactúan y cómo influyen en la formación de los precios:

Cuando la cantidad de una mercancía que se lleva al mercado es insuficiente para cubrir la demanda efectiva, es imposible suministrar la cantidad requerida por todos cuanto se hallan dispuestos a pagar el valor íntegro de la renta, los salarios y el beneficio, que es preciso pagar para situar el artículo en el mercado. Alguno de ellos,  con tal de no renunciar a la mercancía, estarán dispuestos a pagar más por ella. Por tal razón se suscitará entre ellos inmediatamente una competencia, y el precio de mercado subirá más o menos sobre el precio natural…”[5].

Posteriormente describe el caso contrario:

Cuando la cantidad llevada al mercado excede a la demanda efectiva, no puede venderse entonces toda ella entre quienes estarían dispuestos a pagar el valor completo de la renta, salarios y beneficio que costó la mercancía…Parte de ella tiene que venderse a los que están dispuestos a pagar menos, y este precio más bajo que ofrecen por ella, reducirá el de toda la mercancía. El precio de mercado bajará más o menos con respecto al natural, según que la abundanciao la escasez del género incremente más o menos la competencia entre los vendedores, o según que éstos se muestren más o menos propensos a desprenderse inmediatamente de la mercancía[6].

Ahora bien, estos desajustes entre oferta y demanda tendrán como consecuencias, como la toma de decisiones de los productores y los planes de compras de los consumidores.  Smith señala que en caso de que la porción afectada sea la correspondiente a la renta de la tierra, entonces los productores tendrán los incentivos suficientes para destinar sus fincas a producir otros artículos, de manera que a la larga la cantidad ofrecida en el mercado será insuficiente para cubrir la demanda efectiva y los precios volverán así a su “nivel natural”. Si, por el contrario, explica Smith, la cantidad llevada al mercado fuese inferior a la demanda efectiva, alguna de las partes componentes de su precio (renta, beneficio o el salario), se elevaría por encima de su nivel natural, esto es, algunos de los componentes del precio estarán por encima de su tasa natural.

Pero a la larga se producirá una nivelación de la tasa de beneficio, es decir, el terrateniente no podrá gozar de rentas extraordinarias por un tiempo infinito, lo mismo sucede con el beneficio y los salarios. Puede suceder, claro está, que el “precio de mercado” puede mantenerse por un tiempo considerable por encima del “precio natural”. Por ejemplo, Smith señala que lo anterior es posible debido a los “secretos industriales” que permite disfrutar de ventajas y ganancias extraordinarias por un cierto período de tiempo. También está el caso de un monopolio otorgado a algún individuo que establece el precio más alto que se pueda conseguir. Otras razones que señala Smith son los privilegios de corporaciones, estatutos de aprendizajes y leyes que restringen la libre competencia en determinadas ocupaciones.

Podemos ver entonces que para Smith existe un precio natural, que también denomina como precio de libre competencia, que actúa como un centro en torno al cual gravitan los precios de las numerosas mercancías, de manera que cuando el mercado es intervenido, se producen oscilaciones que hacen que el precio de mercado se aleje del precio natural. Pero también los precios fluctúan debido a la oferta y demanda, aunque para Smith la demanda no influía en el valor de los bienes, sino que era más bien el costo de producción el determinante.

Como vimos anteriormente, parece ser que Smith es optimista (al menos respecto al diagnóstico de Marx) en lo que se refiere a las transformaciones económicas que experimentaba Gran Bretaña y el mundo en general y los beneficios que el nuevo régimen de producción podía dar a las clases menos favorecidas. Comenta en un pasaje:

“…la recompensa liberal del trabajo fomenta la propagación de la clase baja,  y, con ella, la laboriosidad del pueblo. Los salarios del trabajo son un estimulante de la actividad productiva, la cual, como cualquier otra cualidad humana, mejora proporcionalmente al estímulo que recibe. Una manutención abundante aumenta la fortaleza corporal del trabajador, y la agradable confianza de mejorar su condición, así como la de acabar sus días en plenitud y desahogo, le animan a movilizar todos sus esfuerzos[7].

En cuanto a la teoría del valor, el lector deberá reflexionar si acaso son los costes los que determinan los precios o si es la cantidad de trabajo contenido en un bien lo que determina su precio. O por el contrario, ¿es la oferta y la demanda los que determinan los precios de manera que es el empresario-productor el que deberá tomar la decisión, teniendo en cuenta los precios vigentes, si estará dispuesto o no a incurrir en esos costes para producir un determinado bien "X"? (y si podrá incluso reducir los costes en la producción de ese bien "X") O ¿acaso el empresario no debe preocuparse por los costes ya que los podrá siempre cubrir mediante un aumento de los precios de sus bienes?

¿Existe acaso un precio objetivo, racional o justo en torno al cual deben gravitar los precios de mercado? Casi siempre resulta suceder que los denominados "precios justos" resultan ser los más injustos para la población.


[1] Adam Smith, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (México: FCE, 2010), 31-32.

[2] Ibid., 39.

[3] Ibid., 76,

[4] Ibid., 50.

[5] Ibid., 55.

[6] Ibid., 56.

[7] Ibid., 79.